Quienes frecuentan el mundo de los juegos de casino, muchas veces habrán leído o escuchado hablar de los high rollers. Se denomina de esta manera a aquellos jugadores de casino que destacan por apostar grandes cantidades de dinero.
Por este motivo, suelen recibir un trato diferencial por parte de los operadores y ser considerados en muchos casos como jugadores VIP o premium. Conozcamos un poco más sobre ellos.
High rollers: los grandes apostadores de los casinos
Como anticipamos, los jugadores high rollers se distinguen por las grandes sumas de dinero que invierten en cada jugada que realizan en el casino. O por participar de torneos con altos niveles de apuesta. Sin embargo, no es este su único rasgo distintivo. Su estilo de juego los suele convertir en personas de gran temple y frialdad a la hora de definir sus estrategias y realizar sus jugadas. Por eso, también suelen llamar la atención cuando se sientan en una mesa de casino.
Por lo general, los casinos físicos tienen reservadas salas especiales y exclusivas para este tipo de jugadores. Por un lado, porque no todos los juegos y mesas disponibles aceptan apuestas tan elevadas. Y, por otro, porque estos jugadores suelen apreciar la intimidad y la provisión de un ambiente de juego sereno y poco tumultuoso.
Los high rollers manejan apuestas que involucran montos de dinero verdaderamente elevados. Por eso, es vital para ellos poder mantener la serenidad y el equilibrio en cada jugada. Las ganancias pueden ser tan inconmensurables como las pérdidas. Y ambas situaciones deben poder ser manejadas con discreción, tanto por los jugadores como por los casinos.
¿A qué juegan los high rollers?
Los jugadores high rollers suelen elegir juegos de mesa tales como la ruleta, el póker, el blackjack o el baccarat. Cada uno de ellos tiene sus propios límites de apuestas y siempre hay que conocerlos antes de iniciar una partida.
No hace falta haberlos visto en un casino real, ya que muchas de las mejores escenas de apuestas del cine los tienen como protagonistas. Estos jugadores de alto presupuesto y gran calidad de juego suelen frecuentar algunos de los mejores casinos físicos del mundo como pueden ser el de Montecarlo o los muchos que se encuentran en Las Vegas o Macao. Sin embargo, gracias a la tecnología, viajar ya no es imprescindible para ellos. Pueden realizar sus apuestas en cualquier casino.
Vale destacar que hay torneos de diferentes juegos especialmente diseñados para este tipo de jugadores. Los más populares son los de póker, y los hay tanto presenciales como virtuales, por lo que las posibilidades son muchas.
Algunas de las limitaciones que suelen tener los jugadores que juegan a este nivel vienen de la mano de la regulación de sus países de origen. Algunas jurisdicciones ponen restricciones al monto máximo que puede alcanzar una apuesta en un juego de casino. En ese caso, sí, se les hace necesario viajar para poder jugar. Pero, como es de suponer, los jugadores high rollers no tienen ningún problema presupuestario para hacerlo. ¡Muchos incluso lo hacen en sus propios aviones privados!
Un nivel de apuesta para pocos
No cualquiera puede convertirse en un jugador high roller. Primero, porque para jugar a ese nivel hay que contar con un presupuesto realmente elevado. Segundo, porque para apostar esas cantidades de dinero es preciso tener un buen dominio del juego en cuestión. Y eso suele llevar años y mucha práctica.
Hay muchos jugadores que, incluso a pesar de contar con el dinero y la experiencia necesaria para apostar fuerte, prefieren sesiones de juego menos arriesgadas, o que puedan extenderse más en el tiempo. Lo mismo sucede a la hora de elegir en qué torneo participar, ya que los límites mínimos y máximos de apuestas varían de uno a otro.
Siempre hay que saber mantener un sano equilibrio entre el riesgo y la diversión. Los jugadores high rollers suelen apostar a lo grande porque tienen un presupuesto lo suficientemente alto como para responder a las pérdidas que puedan tener que enfrentar. Pero ni así ellos olvidan que detrás de cualquier juego de casino está el azar. Por lo que, más allá de la emoción, hay que escuchar siempre a la prudencia y jugar con responsabilidad, atendiendo a los propios límites.